Los Dueños del Paro
Es importante entender los peligros que se asumen al no poder revisar una idea, sobre todo cuando los resultados de esa idea no han sido satisfactorios.
El actual sindicalismo argentino tiene un innegable origen fascista. La legislación actual es corporativa. Delega poder en los gremios y no en los trabajadores.
Los defensores del derecho a huelga utilizan justificaciones simples, emotivas, pero argumentalmente falaces, en la mayoría de los casos. La realidad contribuye con muchas evidencias, sin embargo los distintos gobiernos no han tenido la valentía suficiente para hacer algo al respecto. Optan por evadir el tema para evitar que se alteren los ánimos.
El argumento más repetido por los sindicalistas de que la huelga es legal es de una pobreza intelectual enorme. El colonialismo era legal sin que eso lo haya convertido jamás, ni siquiera en su tiempo y contexto, en legítimo por su mera existencia.
Aquello de que los sindicatos defienden a los trabajadores es completamente discutible. No es posible demostrar que hubiera ocurrido bajo otras reglas de juego. Lo que es indudable es que el actual esquema sindical persigue sus propios intereses y no el de sus afiliados.
Esa caricatura del presente deja de lado muchos aspectos relevantes que son intencionalmente ignorados por los que persiguen réditos espurios y defienden solamente sus propios espacios de poder, utilizando a los trabajadores, como instrumento para cumplir sus propios objetivos.
En este contexto, esos sindicalistas no están priorizando a la gente a la que supuestamente dicen representar, sino a sus mezquinos intereses económicos y políticos, que le resulta funcional para lograr esas metas personales que han diseñado para sus vidas.
La situación económica, las medidas de gobierno, el contexto social, son el caldo de cultivo ideal para avanzar en direcciones oscuras. Solo pretenden lograr mayor visibilidad pública dando una simulada batalla, con muchas cámaras de televisión a su alrededor, para regodearse y dar pasos firmes hacia sus más oscuras ambiciones.
A no engañarse con sus supuestas luchas. No los mueve ni su cínica sensibilidad social, ni su adoración por los que se sacrifican a diario en sus tareas de rutina. No se trata de personajes heroicos, ni tampoco de humildes almas caritativas. Ellos saben lo que hacen y son muy eficaces a la hora de construir poder.
No lo hacen a solas y sin colaboración explícita. Son los actores cotidianos de la sociedad los que los han ayudado finalmente a edificar este monstruo que hoy se ha apropiado del país, poniendo de rehenes a todos los ciudadanos y amenazándolos con situaciones aberrantemente inmorales.
Evidentemente la creatividad gremial no existe. Siempre apelan a lo mismo. El debate pasa finalmente por conocer cuándo será la huelga y que extensión demandará en esta oportunidad. Hay que reconocer que la receta ha funcionado y por eso no se esfuerzan en inventar algo distinto.
Mientras esa inercia de la sociedad no se modifique, la política tampoco hará lo que debe y los infames dirigentes sindicales seguirán atropellando a todos como lo han hecho desde siempre.