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El Barcelona brilla y hace historia


El Barcelona ha culminado una remontada histórica ante el Paris Saint-Germain (6-1) en el Camp Nou dando vuelta sobre la chicharra al (0-4) de la ida y reponiéndose anímicamente del gol de Cavani que parecia sentenciar la historia.

 

El 4-0 que necesitaba Barcelona era muy difícil de imaginar, el 6-1 terminó siendo de ciencia ficción. Quedaban dos minutos para los 90 y el Barca ganaba 3-1, una victoria para reparar el orgullo, pero insuficiente para evitar la primera eliminación en los octavos de final desde 2007, cuando lo marginó Liverpool.

Desde entonces, el equipo catalán obtuvo tres títulos y siempre estuvo entre los ocho mejores. Fue (es) una referencia planetaria. Un coloso que ayer sacó a relucir su corazón de campeón. A los 43 del segundo tiempo, Neymar convirtió un hermoso tiro libre: 4-1. Quedaba muy poco, pero los fantasmas de PSG fueron muy grandes durante casi todo el encuentro. A los 90, el árbitro fue excesivamente riguroso para ver un penal en un leve toque sobre Suárez. Messi, que había convertido el penal del 3-1, se lo dejó a Neymar: 5-1 y cinco minutos de descuento.

Había ambiente para lo heroico, con Ter Stegen yendo a cabecear centros y haciendo de defensor en campo rival. Neymar fue el comandante de una última y épica remontada. Con PSG al borde de la parálisis, el brasileño puso el centro que conectó el ingresado Sergi Roberto en el quinto minuto adicionado. Éxtasis en el Camp Nou y una desazón incalculable en las filas franceses. Fue uno de esos partidos que deja los estados de ánimos polarizados, con sensaciones que duran días, semanas y meses.

Barcelona impuso su mística, al PSG lo estaba salvando un valiente, un optimista, de los que no abundaban en el equipo cuando Barcelona se imponía 3-0 y al partido le quedaba media hora. Quién otro que Edinson Cavani, con un PSG contra las cuerdas y asustado, Cavani empalmó con una volea una pelota aérea que había bajado Kurzawa.

Un bombazo que representó un tubo de oxígeno para un equipo que se ahogaba por la trascendencia de la cita, del rival y del entorno. Pero PSG sobrevivía con más angustia que estilo. Ingresó Di María, que aportó más verticalidad, aunque quedará señalado por un mano a mano que desperdició ante Ter Stegen, con Mascherano desesperado persiguiéndolo desde atrás. Hubiese sido el 3-2, otra historia, pero la noche tenía reservaba otro tipo de emociones.

No se creyó PSG el 4-0 que le endosó en París a Barcelona. Salió a jugar al Camp Nou como si aquella superioridad abrumadora nunca hubiese existido, como si hubiera sido obra de otro equipo. Más allá de que podía preverse un planteo más cauteloso y precavido, su plan transmitió un respeto muy cercano al miedo.

París Saint Germain se empequeñeció en actitud y ni siquiera plantarse con sus once hombres en los últimos 30 metros del campo le sirvió para echar un candado defensivo. Se hizo solo los dos goles en el primer tiempo, producto de errores individuales, de fallos de cálculo. Todos juntos atrás, codo a codo, no los hizo más fuertes; sólo fue una manera de contagiarse temor, casi pánico.

A los dos minutos, Barcelona ya tenía lo que necesita para creer que la proeza era posible: un gol. Jugada confusa, pelota al aire, el arquero Trapp que sale mal y Suárez que define sin mucha ortodoxia, pero con suficiente instinto.

Mascherano, Piqué y Umtiti, la línea de tres, estaba parada 15 metros en campo rival. PSG amontonaba los jugadores cerca de su área, ni contemplaba algún contraataque con la velocidad de Cavani. Barcelona era el que debía estar más apurado y apremiado, pero el que transmitía más calma y paciencia.

Con el 3-0, Barcelona parecía más cerca que nunca. Con el descuento de Cavani, la hazaña se esfumaba. Una quimera. Pero un equipo repleto de campeones se terminó devorando a uno acurrucado. Fue un gran Barca. De su fútbol ya había sobradas muestras. Ahora también hay que anotarlo entre los más valientes.


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