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Los equipos grandes de la Argentina y sus constantes cambios


Los equipos grandes no encuentran una línea de juego definida. En definitiva, no establecen diferencias futbolísticas con el resto de los equipos, un fenómeno que ya no resulta novedoso pero que sigue llamando la atención.

 

En el fútbol argentino se acumulan una serie de factores negativos que no suceden en el resto del mundo. Un equipo acarrea un equipaje compuesto por decisiones deportivas, histeria generalizada, inestabilidad en la conducción institucional, semejante peso conspira directamente contra la construcción de un equipo y su mantenimiento a través del tiempo.

Con un componente fundamental: los grandes jugadores, aquellos cuyas capacidades simplifican el fútbol, no están. River es el mejor ejemplo para apreciar la transformación constante que sufren los equipos de nuestro entorno. Del primer equipo de Gallardo, aquel que demostraba su capacidad competitiva jugando bien al fútbol y también siendo aguerrido, se fueron el arquero, un central, los laterales, todo el medio campo, el 9.

Las exigencias en los clubes grandes del exterior son las mismas y también la merma puntual en el rendimiento. Pero en esos momentos de irregularidad, los grandes jugadores sostienen la estructura colectiva. Y si eventualmente eso no sucede, los dirigentes en general creen en los proyectos y mantienen a los entrenadores brindándoles la posibilidad de superar los vaivenes futbolísticos.

En el fútbol argentino, no sucede casi nada de esto. Cuando llegan los momentos de dificultades los grandes jugadores ya fueron vendidos al exterior, el entorno tiende a enloquecer al primer traspié, el entrenador comienza a peligrar en su continuidad al frente del equipo y comienza a cambiar las alineaciones constantemente en la búsqueda de resultados inmediatos, y el futbolista gana en inseguridad al mismo tiempo que pierde coraje.

A todo lo citado con anterioridad deben tenerse en cuenta las falencias formativas con que los más jóvenes llegan a Primera. En general acceden a la primera en ascensor, salteando pasos importantes en los procesos de aprendizaje, y deben completar esa tarea en un ambiente hostil y de mucha histeria.

Los equipos grandes de la Argentina mantienen su condición de grandes en lo simbólico, en la expectativa que generan y el grado de representatividad que detentan, pero no logran marcar diferencias futbolísticas con el resto de los equipos.

Entonces aparecen los problemas. Boca pretende ser un equipo ofensivo, pero se alarga en el campo, prescinde de la elaboración y se hace vulnerable. River no encuentra un funcionamiento ni un equipo base. Independiente carece de jugadores que materialicen la construcción colectiva. Racing ya no es tan sólido atrás pero tampoco se decide a atacar de un modo constante. Y San Lorenzo, que en buena parte del semestre fue el más aceitado, demostró que sin Belluschi pierde buena parte de su productividad.

En este escenario de irregularidad, el éxito está condenado al corto plazo. En períodos muy breves es posible encadenar una serie de buenos resultados, porque siempre hay alguien que tiene que ganar, pero trabajar con una mirada a futuro resulta imposible.


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