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Resultadismo como Ficción


La crítica que durante una década, entre 2004 y 2014, persiguió y mortificó a Lionel Messi en la Selección, es una epidemia que ahora (sin él) ha tomado a sus compañeros: mientras que en Europa son un complemento, acá son piezas nomás. El viejo Messi del Barcelona es el Sergio Agüero que en Manchester City es funcional a una idea y en el equipo de Edgardo Bauza es un jugador sin apoyos, con tareas a contramano de su habilidad. Lo mismo -otro ejemplo- Paulo Dybala: un futbolista allá, otro futbolista acá. Después de la ida de Gerardo Martino, la llegada de Bauza, el 1-0 ante Uruguay con gol de Messi y los empates 2-2 ante Venezuela y Perú y la caída ante Paraguay por 1-0 en Córdoba sin el 10, Argentina ha vuelto al punto inicial, la primera pregunta de todas: ¿a qué quiere jugar el entrenador? ¿Qué idea sostiene todo lo demás?

 

Por los jugadores que alineó el Patón, más allá del mal partido que se jugó, se intuye que al equipo debería haberlo caracterizado la explosión: tres delanteros veloces, ultraofensivos, detrás de un 9 letal. Pero hubo algo que se olvidó, y es quizá lo más importante de todo: con un mediocampo vacío como el que planteó, era muy difícil jugar bien. A cada equipo lo definen sus volantes, y en Perú y en Córdoba, entonces, a la Argentina lo definieron dos 5 (Kranevitter, Mascherano) cuyas características son las mismas, hay pocas diferencias entre sí.

Bauza diagramó un equipo sin puentes, sin pase, y sin puentes ni pases es imposible jugar bien; se puede meter goles, se puede ganar, pero será difícil lograr el fútbol que Argentina, por sus jugadores, podría tener. La elaboración de juego no es una pretensión estética, algo que muchas veces se repite en los programas de radio y televisión y que el hincha, entonces, acaba por aprender; la elaboración del juego es lo más importante de todo, es lo que sostiene el ataque de un equipo, es algo central. Miles de hinchas, acaso desorientados por el periodismo, todavía creen que al arco rival se llega con tres pases o una carrera, que eso es fácil de lograr. Se intuye que Di María se limpiará a dos rivales, dará un pase y definirá Higuaín; es una fantasía, una jugada posible y real pero que a la vez será aislada, imposible de erigirse como la idea madre, el estilo o la identidad. La gambeta, la imaginación, el talento y la creatividad repentina son atributos que en Argentina sobran, una virtud que otras potencias (como Alemania, por ejemplo) no tienen con tanta abundancia ni naturalidad, pero eso debe servir como plus, como remate, no como salvación.

Acaso por no contar con esa habilidad que a nosotros siempre nos pareció normal (Di María, Agüero, Correa, Dybala), equipos como el español o el alemán debieron desarrollar algo que en Argentina muchas veces nos impacienta: la cultura del pase. Creo que fue Pep Guardiola quien dijo que uno de sus primeros entrenadores le había enseñado a descifrar el juego, no a atacar porque sí.

Uno de los secretos del fútbol -uno de los secretos del mediocampo- es observar antes lo que va a suceder, ya sea para evitar un ataque contrario o para imaginar uno propio, para crear. Hay un fútbol limpio, sin apuros que, acaso con respaldo, con directivas claras, tranquilamente pueden lograr Banega, Lamela, Pastore. En el caso de Dybala o Di María, titulares en el 1-1, es su naturaleza la que les impide gestar. Ésa es la pregunta que hay que contestarse, ¿no? Cómo gestar, cómo crear. El ex jugador de Instituto cerrado contra la raya, el delantero del París SG tomando la pelota y olvidándose de los demás, lanzado a una carrera ciega.

Es el medio el sistema nervioso de un equipo, y lo que Bauza impulsó con su formación fue que Kraneviter y Mascherano sobreactuaran habilidades que no son suyas: el pase que conecta, el pase que acelera, el pase que rompe, el pase de gol. De hecho, la habilitación para Higuaín fue de un lateral que metió una diagonal: o sea, movimientos, distracción y un 9 que, obvio, marca los pases como pocos en el mundo.

La pregunta es básica, entonces: ¿qué querrá Edgardo Bauza? No sería sano que el técnico no se escuche a sí mismo, que caiga en la impostura de intentar un juego y una formación que no siente para deshacerse del injusto mote de defensivo.

¿Sobre qué conceptos debe impulsarse esta selección? ¿Sobre el vértigo, sobre la pausa, sobre la elaboración? El ingreso de Banega en el segundo tiempo fue para corregir un rumbo equivocado, la evidente desconexión. Pero acá está el problema: si Banega juega mal, ¿lo volvemos a sacar? Es preocupante que no haya un estilo, porque los volantazos suceden cuando no hay una identidad en la que los jugadores puedan recostarse. Lamela juega en el Tottenham arropado por una idea y lo hace bien. Agüero, en el Manchester City, juega de Agüero y todo el tiempo sabe qué hacer. Son funcionales a una idea.

Acá, en esta nueva Selección, son cracks sueltos: piezas, nada más. Colombia persiste, por ejemplo, en jugar con la pelota; perderá y ganará (los que juegan, siempre, son los jugadores) pero lo hará con la pelota. Hay una fantasía, otra, una más: que existen equipos que se adaptan a los contextos, equipos cuya virtud es la versatilidad. ¿La versatilidad? ¿Jugás bien de cuatro maneras distintas? ¿Cambia el rival y cambia tu identidad?Será la primera pregunta, siempre, la más importante de todas: ¿a qué querés jugar? Tenés a estos jugadores, ¿cuál es la idea que los guiará?Porque poner cuatro delanteros no es lirismo, como repetimos a veces los comunicadores, que lo que tenemos que hacer es justamente orientar al público, dilucidarle qué se hace o qué se quiere hacer, mientras que el lirismo es algo que no existe.

Le hablamos de algo que no existe. Como tampoco existe el resultadismo. Ni uno ni otro concepto existen, son dos ficciones, dos corrientes que lo único que hacen es engañarnos, enredarnos en la nada.

Hay una sola cosa que existe, y es jugar bien.Hay otra cosa que existe, y es jugar mal.Y Argentina, en sus últimos cuatro partidos, ha jugado mal.Entonces, sólo hay que intentar responderse una pregunta: ¿por qué?


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