El financiamiento informal de la Política
El candidato político nunca, jamás, debe tocar el dinero. Como máximo, lo ve pasar. Pero cuanto menos sepa sobre los detalles, mejor. Porque hay datos que es preferible no conocer. Así, si algo sale mal, eso le permitirá despegarse de una operatoria que incluye valijas con millones de dólares, cuevas financieras para cambiarlos a pesos -al valor del dólar blue-, servicios extraoficiales de camiones de caudales y ningún recibo. Y, claro, algo puede salir mal. Porque la red informal de financiamiento de las campañas electorales funciona siempre cerca de la ilegalidad.
Por eso, los grandes empresarios aportan millonadas, aunque ninguno aparece en las largas listas oficiales de aportantes.
Pero ¿cómo funciona la operatoria? Como en una obra de teatro, los aportes de campaña suelen estar guionados. Primero ocurre un encuentro más o menos formal entre el candidato y el empresario o grupo de empresarios. El candidato de turno habla de alta política durante un desayuno, almuerzo o cena, y repasa sus planes para el sector al cual pertenece el potencial aportante, que por supuesto no debe plantear cosas terrenales.
Pero luego, cuando el candidato se marcha, llega el turno de un colaborador que tira frases tales como "para que nuestro hombre pueda hacer eso, necesita de tu ayuda". Y de encontrar una respuesta positiva, entonces, llega el turno de un tercer actor: el valijero. Ya sea que lo aporte el equipo de campaña del candidato o la empresa aportante.
¿Por qué se meten los empresarios, locales o extranjeros, en este baile? Porque quieren apostar a ganador y entonces ponen huevos en todas las canastas. Porque nunca se sabe si las urnas no deparan una sorpresa.
El problema no pasa sólo por aportar los millones, sino por cómo hacerlo. Y en la práctica el dinero -si no puede ser blanqueado a través de cenas con cubiertos pagos, por caso- ingresa en un laberíntico circuito "negro", muy distinto del declarado.
En "blanco" sólo aparecen algunos rubros -o incluso algunos números de ciertos rubros-, como la propaganda en Internet, la publicidad en vía pública, el alquiler de aviones o de grandes salones para los actos, entre otros. Estos gastos sí aparecen declarados ante la Cámara Nacional Electoral. Hay muchos otros, sin embargo, que jamás se declaran.
Del otro lado del mostrador, la mano derecha de uno de los grandes empresarios -"el valijero" traslada el dinero físico de la empresa a la cual pertenece directamente a la imprenta que se encarga de los afiches del candidato de esa manera le evitan un dolor de cabeza al candidato que no sabe dónde guardar el dinero y la empresa se asegura que su dinero se usó en la campaña y no se la quedó ningún “recaudador”.
Aunque resulte paradójico, a menudo los candidatos no dan el primer paso en este minué de los billetazos. Son los empresarios los que quieren "contribuir". Una vez expresado el interés, un dirigente de máxima confianza del candidato queda a cargo de la negociación, aunque luego puedan aparecer otros jugadores para las negociaciones más duras, y otros más para encargarse de los "detalles".
También se acuerda la moneda, porque muchos prefieren aportar en dólares -lo que permite manejar volúmenes más pequeños-, aunque eso conlleve otra dificultad para los equipos de campaña.
Como en tantos otros negocios, las cuevas encarnan hoy el atajo de los candidatos políticos para circular ese dinero negro. Allí cambian dólares al valor del blue. Y desde allí también salen los camiones blindados informales hacia las provincias para repartir los fondos frescos que se requieren en el terreno para pagar fiscales, punteros, periodistas -y sus "infomerciales" o "chivos"-, cartelería, los remises el día de elecciones, las viandas y mucho más. El resto, lo que es negro cien por ciento, es lo que es imposible de facturar.
A cambio, muchos aportantes confían en una retribución futura en sus áreas de interés, ya sean los negocios de seguridad, de la basura, del juego, los laboratorios, o el que fuera.